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sábado, 14 de julio de 2012

537 CUBA

Vuelvo a la actividad en el blog tras mis vacaciones, con el temazo "537 CUBA" de los Orishas, un temazo que últimamente no para de sonar en mis altavoces. ¡Un saludo!


martes, 3 de julio de 2012

20 años sin "El Duende"

Así es, 20 años sin que haya habido en mi opinión nadie tan capaz de darle al flamenco todo lo que le dio Don José Monge. Aunque no soy una experta, siempre he mamado algo de flamenco en casa y si bien sé que hay artistas que merecen ese nombre (desde el fallecido hace un año Enrique Morente, pasando por su hija Estrella, hasta el actual Miguel Poveda que merecerá una entrada nueva en este blog), creo que nadie hizo por la música lo que Camarón hizo de forma casi inconsciente.
No me gustan los genios, no me los creo. Nadie es Genio por sí mismo y el caso del chico de San Fernando, tampoco lo fue. Desde niño tenía una voz prodigiosa, pero tampoco me creo lo de los niños prodigio. Camarón se encontró a su paso con gente que le hizo ser lo que era, desde Manolo Caracol, Paco de Lucía, Federico García Lorca, Tomatito, Kiko Veneno... a los cantes que escuchaba de pequeño de la voz de su madre, que era gitana, canastera y cantaora.
Quizá, una de las cosas que más me gusta de Camarón es que pensó que podía darle algo nuevo al flamenco (y se lo dio con creces), al tiempo que hasta el último de sus días siguió siendo una persona  humilde. Ese es el Duende, el morir envuelto en su bandera gitana y que a los payos les chirríe reconocer su impacto en la música, que les chirríe reconocer que se les pone la piel de gallina cuando le escuchan.



lunes, 2 de julio de 2012

Gabriel Ortega y Salvador Amor - Rojo cancionero y banderas rotas (2010)


En estos días he estado escuchando mucho el disco denominado Rojo cancionero y banderas rotas, disco con autoría compartida entre Gabriel Ortega y Salvador Amor, éste último hijo del cantante argentino Rafael Amor. El disco se compone de una mezcla entre poesía y canción, en el que los autores recitan poemas y versionan canciones con un claro contenido político, con un gusto exquisito. Llama la atención la fuerza y la ironía que emite Gabriel Ortega en cada uno de los versos que recita, y por supuesto, la maravillosa voz de Salvador Amor, antítesis de su padre en este aspecto, pues nunca fue ningún prodigio vocal.


El disco nos abre con la versión de "El alma llena de banderas" de Victor Jara, en la que Salvador Amor resucita al cantautor chileno de una manera espectacular, para dar paso en su segundo corte a una presentación recitada por parte de Gabriel Ortega, toda una declaración de intenciones. Y a partir de ahí, se sucede una mezcla entre "Vientos del pueblo" de Miguel Hernández, "Gracias a la vida" de Violeta Parra, "Para el pueblo lo que es del pueblo" de Piero, todas ellas recitadas por Gabriel Ortega.
A continuación, Salvador Amor nos vuelve a poner los pelos de punta con "Estamos prisioneros carceleros" de Horacio Guarany, para que después Gabriel Ortega nos recite "Lo que puede el dinero" del Arcipreste de Hita, que popularizó Paco Ibañez, que sirve como presentación para la "Marcha de la bronca" que entonan a dúo, original de los rockeros argentinos Pedro y Pablo, una de las estrellas de esta maravilla de disco. Luego Gabriel Ortega nos recita un poema de su padre, Pepe Ortega, en el que ensalza la figura de "La nueva mujer", y después Salvador Amor nos pone los pelos de punta una vez más con su voz en "Nanas de la cebolla" de Miguel Hernández, en el que también Gabriel hace un gran trabajo. Para terminar se suceden "Paloma de la paz" de Chicho Sánchez Ferlosio, "Con la libertad" de Rafael Amor, "Razón de vivir (Fogata de amor)" de Victor Heredia, "Todo cambia" de Julio Numhauser o "Hasta siempre Comandante" de Carlos Puebla. El tema fina es para "Fischia il vento", himno popular de los partisanos italianos, que finaliza un gran álbum.
En fin, una joya para aquellos que les gusta la canción de autor y la canción protesta, así como los grandes clásicos del género, puesto que este disco rezuma ese aire durante toda su duración. Un placer.